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En diciembre de 2003, SERTA, el Servicio de Tecnología Alternativa, de la Fundación Kellogg donatario en el proyecto "Alianza con los Adolescentes", quedó en segundo lugar en el V Premio Itaú Unicef de Educación y Participación, una de las mayores distinciones para el tercer sector en Brasil. El segundo puesto, entre 1.834 candidaturas, le ha valido a la organización un premio de 70.000 reales (casi 23.000 dólares). SERTA trabaja desde 1989 en el estado de Pernambuco, al noreste de Brasil, en el campo de la educación, el liderazgo juvenil, la tecnología agrícola y la agricultura familiar. Aquí, el teólogo y educador Abdalaziz Moura, presidente de SERTA, comenta el premio y la evolución y perspectivas de la institución.
¿Qué importancia ha tenido el Premio Itaú Unicef?Lo más importante es que nos abrirá muchas puertas. Hemos subido a un nuevo nivel en la negociación de proyectos y esto también aumentará la autoestima y la confianza en sí mismos de las personas que trabajan con SERTA. También hemos establecido una relación con los institutos que competían con nosotros y pretendemos mantener esta comunicación para ganar más peso.
¿Son esenciales las asociaciones con el gobierno?Sí. Los cambios no pueden ser realizados por un solo tipo de actor. Serían incompletos, limitados e inadecuados tanto cultural como históricamente. Los cambios reales sólo pueden producirse si los llevan a cabo conjuntamente las empresas comunidad, el Estado, los movimientos sociales y el gobierno local.
¿Qué esperan del futuro?Nuestras aspiraciones para el futuro son que muchas escuelas de Brasil adopten el mismo método educativo que utilizamos nosotros. Tendría que formar parte de la planificación educativa municipal y estatal, a través de directivas educativas en el campo. Así se recuperaría el concepto de que cada escuela tiene que ser libre, por ley y por principio, de decidir qué tipo de conocimientos necesita su comunidad para dirigir su desarrollo. No podemos tener un único enfoque didáctico para todos los estados brasileños.
Desde los inicios de SERTA, ¿imaginó alguna vez este futuro para el instituto?No. Al principio, sólo trabajábamos con un actor social, el agricultor, y disponíamos de pocos recursos financieros y humanos. Pero pronto nos dimos cuenta de que necesitábamos operar en Otro frentes, y cambiamos nuestro enfoque hacia la educación. En 1997, hicimos un trabajo muy bueno con Peti [Programa para la Erradicación del Trabajo Infantil, dirigido a niños y niñas que trabajan en las peores formas de trabajo infantil. Sus familias reciben un donativo por cada niño escolarizado. Las jornadas escolares más largas garantizan que no trabajen después de clase]. Ya teníamos un plan de educación rural, y municipios nos cogió por sorpresa. Implantamos el programa en 13 de ellos, aplicando el concepto de educación diferencial. Fue una oportunidad para que se reformaran y las familias tuvieron la oportunidad de hacer cambios.
¿Qué representó para SERTA trabajar con elInstituto de la Alianza?Fue este proyecto el que atrajo la atención del Instituto de la Alianza. Fue un boom para nosotros, porque nunca habíamos tenido suficiente financiación apoyo para mantener una infraestructura y que todo funcionara bien. Tuvimos que hacer todo lo posible para hacer frente a todas las demandas que surgían. Ahora somos 80 personas, más de 1.000 beneficiarios directos y unos 5.000 indirectos.